Huawei presentó un importante artículo en GITEX GLOBAL 2024
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El imperativo de la transformación digital
Nuestros mundos físicos y digitales están cada vez más entrelazados, impulsados por los avances en IA, 5G-A y computación en la nube. Esta convergencia, conocida como la Cuarta Revolución Industrial, está reconfigurando los negocios a un ritmo extraordinario y acelerando el crecimiento global. De hecho, en los próximos cinco años, se espera que la digitalización y la inteligencia representen el 70 % del crecimiento económico global total[1]. Desde ciudades inteligentes que optimizan el uso de la energía hasta diagnósticos médicos impulsados por IA, el impacto ya está cambiando la forma en que funcionan las sociedades. Reconociendo estas oportunidades, más de 170 países han desarrollado estrategias nacionales centradas en la transformación digital impulsada por la IA.
El vínculo entre el avance tecnológico y el crecimiento económico es un camino muy conocido. Desde la máquina de vapor hasta la cadena de montaje, cada revolución industrial ha redefinido nuestro panorama económico. Sin embargo, la revolución digital actual está teniendo un impacto enorme debido al rápido ritmo de la innovación y su profundo impacto en la forma en que las empresas están transformando sus operaciones.
El nuevo Global Digitalization Index o GDI creado en colaboración con IDC mide el progreso de esta transformación digital en los distintos países y destaca la clara conexión entre la madurez de las TIC de un país y su prosperidad económica. Más importante aún, la investigación demuestra cómo las inversiones estratégicas en infraestructura digital aceleran significativamente el crecimiento económico y muestra cómo los países en diferentes etapas de madurez digital pueden aprovechar esta transformación para impulsar sus economías.
El panorama de madurez digital
El informe GDI 2024, basado en el Índice de Conectividad Global anterior, se ha elaborado a partir de una investigación realizada por académicos y expertos e incluye 77 países, que representan el 93 % del PIB mundial y el 80 % de la población mundial. Clasifica a las naciones en tres grupos: pioneros, adoptantes y principiantes. Cada grupo refleja una etapa diferente de madurez digital, y los pioneros, como Estados Unidos, China y Singapur, lideran tanto en conectividad ubicua como en bases digitales. Los adoptantes, como España y Malasia, están ampliando rápidamente sus capacidades digitales, y los principiantes, como Vietnam, están sentando las bases para su futuro digital.
La creciente brecha de inversión en infraestructura digital es particularmente notable. De 2019 a 2023, la relación de crecimiento de la inversión en infraestructura digital entre los pioneros, los adoptantes y los principiantes se situó en 18:3:1, con un aumento medio anual de 7.200 millones de dólares, 1.100 millones de dólares y 400 millones de dólares, respectivamente. Esta disparidad no es sólo un número: es un potente indicador de las trayectorias económicas divergentes a las que se enfrentan estas naciones, ya que la investigación muestra que cada inversión de 1 dólar en transformación digital proporciona un retorno de 8,3 dólares para la economía digital de un país.
El efecto del dividendo digital
En el centro de los hallazgos del informe se encuentra una poderosa revelación: para los países pioneros, cada aumento de un punto en la puntuación del GDI se traduce en un aumento de 945 dólares en el PIB per cápita. Este impacto económico es 2,1 veces mayor que para los países adoptantes y 5,4 veces mayor que para los principiantes. Este es el efecto del dividendo digital en acción.
Pero, ¿qué impulsa este efecto? La respuesta se encuentra en la dinámica del ecosistema de las economías digitales maduras. En las naciones pioneras, vemos ecosistemas digitales avanzados donde tecnologías como la IA, la IoT y la computación en la nube interoperan sin problemas.
Estos ecosistemas fomentan los efectos de red, donde el valor de los servicios digitales aumenta exponencialmente con cada nuevo usuario o conexión. Además, la acumulación y el uso inteligente de los datos impulsan la innovación a un ritmo nunca visto en economías menos maduras digitalmente.
Pensemos en el puerto de Tianjin de China, donde la integración de 5G, la nube, la IA y la energía verde ha dado como resultado una terminal inteligente y sin emisiones de carbono. Esta transformación digital ha llevado a una reducción del 50 % en el tiempo de transbordo de contenedores y una disminución del 17 % en el consumo de energía en comparación con las terminales tradicionales. Es un microcosmos de cómo la madurez digital amplifica la eficiencia económica y la sostenibilidad.
La naturaleza acumulativa de las inversiones digitales
Lo que hace que el efecto del dividendo digital sea tan potente es su naturaleza acumulativa. Las tecnologías digitales no existen de manera aislada, sino que se complementan y potencian entre sí. La implementación de redes 5G, por ejemplo, no solo mejora la conectividad, sino que permite la computación de borde, las aplicaciones de inteligencia artificial en tiempo real y las implementaciones de IoT a gran escala. Este efecto acumulativo crea un círculo virtuoso de innovación y crecimiento.
Además, a medida que estas tecnologías evolucionan, generan enormes cantidades de datos. En las economías digitalmente maduras, estos datos se convierten en un nuevo factor de producción, que alimenta los sistemas de inteligencia artificial que aceleran aún más la innovación y las ganancias de productividad. Es un ciclo que se refuerza a sí mismo y que explica por qué las naciones digitalmente avanzadas pueden extraer mucho más valor de las mejoras incrementales en sus puntajes de GDI.
Cerrar la brecha: un llamamiento a la acción
El efecto del dividendo digital presenta tanto un desafío como una oportunidad. Para los países que están comenzando y los que están adoptando la tecnología, pone de relieve la necesidad urgente de acelerar la transformación digital para evitar quedarse aún más atrás. Sin embargo, también ofrece una hoja de ruta para superar las etapas de desarrollo e identifica cuatro facilitadores del mundo inteligente: conectividad ubicua, bases digitales y energía verde, y cuenta con una política y un ecosistema de apoyo, que garantizan que todo desarrollo digital sea sostenible y resiliente.
Los países que comienzan deben priorizar la construcción de una infraestructura de conectividad sólida, tanto de banda ancha fija como móvil. Las investigaciones muestran que los países que se destacan en ambas áreas (con velocidades de banda ancha fija >150 Mbps y móvil >80 Mbps) registran transacciones de comercio electrónico per cápita significativamente más altas, lo que libera un mayor potencial económico digital.
Indonesia, un país "principiante" en el GDI, completó recientemente su iniciativa nacional de desarrollo de fibra óptica. Esta proporciona acceso a Internet a casi 6 millones de personas en 57 ciudades y distritos, con otros 16,4 millones de personas. La red 4G de Indonesia cubre más del 94 % de las ciudades y pueblos y la tasa de penetración de Internet del país se sitúa en el 79,5 %. Este desarrollo coordinado ha permitido a Indonesia convertirse en el mayor mercado de comercio electrónico del sudeste asiático. En 2023, su economía digital alcanzó los 82.000 millones de dólares y se crearon más de 15 empresas unicornio. Para 2030, se proyecta que la economía digital del país supere los 210.000 millones de dólares.
Los países que adoptan la tecnología deben centrarse tanto en la conectividad como en las bases digitales. Las inversiones en centros de datos, servicios en la nube y capacidades de inteligencia artificial pueden ayudar a estas naciones a acelerar su camino hacia la madurez digital. El plan de expansión de centros de datos de México ejemplifica este enfoque. Para 2029, el país pretende establecer 73 nuevos centros de datos, que complementarán los 15 que ya tiene. Se espera que esta iniciativa impulse el PIB nacional y cree 68.198 empleos directos e indirectos. Estas inversiones específicas en infraestructura digital demuestran cómo los países que adoptan la tecnología pueden aprovecharla para impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo en sectores clave.
Para los pioneros, el desafío es mantener su ventaja. Esto requiere no solo una inversión continua en tecnologías de vanguardia, sino también el desarrollo del talento y las políticas necesarias para aprovechar al máximo estas innovaciones. Nuestros datos muestran que, si bien la proporción de graduados en STEM es similar en todos los grupos (alrededor del 25 %), los pioneros convierten al 95 % de estos graduados en profesionales de las TIC, en comparación con solo el 15 % en los países que se inician en la tecnología.
El futuro de la economía digital
De cara al futuro, las tecnologías emergentes, como la computación cuántica y los sistemas avanzados de inteligencia artificial, prometen amplificar aún más el efecto del dividendo digital. Estas tecnologías tienen el potencial de resolver problemas complejos en campos que van desde el descubrimiento de fármacos hasta la modelización climática, creando nuevos vectores para el crecimiento económico.
Además, no se puede subestimar el papel de la infraestructura digital para garantizar la resiliencia económica. La pandemia de COVID-19 demostró que las naciones digitalmente maduras estaban mejor equipadas para adaptarse a las disrupciones, manteniendo la actividad económica mediante el trabajo remoto, la educación en línea y los servicios digitales.
Las decisiones que tomemos hoy al invertir en nuestro futuro digital determinarán las trayectorias económicas de las naciones en las próximas décadas. El efecto del dividendo digital nos muestra que, en la carrera hacia la madurez digital, lo que está en juego nunca ha sido tan importante, pero tampoco lo han sido las recompensas potenciales.
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